3 Anécdotas del Santo Cura de Ars para amar más a Dios

El Santo Cura de Ars

San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, patrono de los sacerdotes, no fue un hombre culto; sin embargo, eso no le impidió dedicar su vida a la salvación de las almas.

Juan María, hijo de campesinos, fue analfabeto hasta los 17. Su madre le inculcó desde muy pequeño el amor a Dios, por ello aprendió varias oraciones de memoria y desarrolló un fuerte sentido religioso.

Muchos hechos ocurrieron durante su vida, desde que decidió entregarse al sacerdocio. En este artículo compartimos algunos de ellos, que pueden ayudarnos a tener una mayor luz en nuestras vidas.

La presencia real de Jesús en la Eucaristía

Se cuenta que el santo cura de Ars, tenía un feligrés que salía, siempre rápido de la Iglesia apenas comulgaba. Hasta que una vez, para hacerle ver la importancia de la presencia real de Dios en su alma, después de comulgar, hizo que un día, dos monaguillos fueran con él, custodiándolo con dos velas encendidas, hasta su casa.

¿Estamos conscientes de que Jesús está real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento del altar, y que sigue siendo real y presente en nosotros cuando comulgamos?


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Todo por un alma

Un día el Cura de Ars, catequizaba a una multitud de peregrinos desde su asiento. La gente se amontonaba hasta la entrada de la iglesia; cuando llegó un pobre, cargando sus alforjas y en muletas. Quiso entrar, pero no pudo por la multitud. El señor Cura al darse cuenta de ello, se levanta, pasa por entre la gente, y atravesando la multitud, llega donde él y le toma de la mano. No había un solo asiento libre en toda la iglesia, así que el Cura de Ars lo hace subir a la tarima y lo sienta en su sitio, desde donde daba la catequesis. El hombre se sentó y San Juan María continuó la catequesis de pie.

«Muéstrame el camino a Ars y yo te mostraré el camino al cielo»

Una salvación inesperada

Llegó a Ars una mujer de luto, su esposo había muerto hacía poco, se había suicidado, y ella temía por su salvación. Cuando el Cura de Ars pasó delante de ella para ir de la iglesia a la casa parroquial, se detuvo y le dijo: “Se ha salvado, está en el purgatorio y hay que rezar por él. Entre el parapeto del puente y el agua pudo hacer un acto de arrepentimiento. Acuérdese que en el mes de mayo su esposo, aunque incrédulo, se unía a sus oraciones en honor de la Virgen María. Esto le mereció la gracia del arrepentimiento final”.

Dios es tan misericordioso que nos da la oportunidad de salvarnos hasta el último momento.

Se cuenta que cuando oraba, decía palabras muy emotivas. Repitamoslas diciendo:

Dios mío, yo te amo, aumenta mi amor en mi corazón cada vez más, desde este momento hasta mi muerte.

Fuentes:

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