Cuando faltan las palabras: recuerda rezar

Reza

Traducción del artículo de Annaliese Harry publicado originalmente en Catholicmom.com

Mi familia tiene un nuevo bebé en casa. Es un tiempo de alegría, de cambios, y de mucho cansancio. Tras un mes de haber llegado a nuestro hogar, el bebé todavía cree que el tiempo de juego es entre la 1 y las 4 de la mañana, y que la hora de dormir es cualquier otro momento mientras brille el sol; sin embargo, los otros niños en casa (y muchos negocios) no están de acuerdo con los horarios del recién llegado. Como muchos padres con hijos recién nacidos, este tiempo estoy totalmente agotada. Quiero aclarar que no es una queja, es simplemente un hecho.

Hace poco, en medio de la noche, mientras alimentaba al bebé por tercera vez en tres horas, me di cuenta que estaba rezando un Ave María, sin ninguna intención en particular, tan sólo porque quería rezar, pero no hallaba las palabras. No pude terminarla sin dormirme, pero la mañana siguiente me puse a pensar de qué manera sentía que mi vida espiritual había pasado a segundo plano después de la maternidad.

Hay momentos en la vida en que nuestra vida de oración puede cambiar o transformarse. Para algunos puede estancarse o incluso morir por completo, y cada persona tiene sus razones. El cambio puede venir de una nueva persona en casa. O puede provenir de un cambio de empleo, o de vivienda. Aún así, el cambio es algo que podemos percibir en nuestras almas.

La oración repetitiva: ¿es mala?

A menudo se nos acusa a los católicos de usar oraciones repetitivas en lugar de desarrollar una relación personal e individual con Dios. Nos acusan de rezar “a los santos”, de “adorar” a quienes nos han precedido, preparando el camino a través de sus acciones terrenas. Al ser una católica de nacimiento sin un proceso de conversión efectivo, yo también caí en el hábito de decir mis oraciones en lugar de rezarlas. En pocas palabras, repetía las palabras sin prestar atención a su significado; a menudo las decía tan rápido como podía sabiendo que, al terminar, podría pasar a la siguiente actividad o irme a dormir.

Sin embargo, todos estamos llamados a desarrollar y profundizar nuestra relación con Dios. Se cree que santa Teresa de Ávila dijo, “la oración no es más que llevar una amistad con Dios”. Para que nuestra relación con Dios llegue a su máxima expresión, debemos ser reales, personales, íntimos y espontáneos con Dios. El conoce lo mejor y lo peor de nosotros.

Cultivar la oración en los momentos buenos y malos

Hay momentos en toda vida de oración en que podemos profundizar y crecer espiritualmente. Esto normalmente sucede cuando dedicamos tiempo a estar con Dios en oración, permitiéndole vernos como los pecadores que somos, pero también dándonos la oportunidad de postrarnos en silencio y escuchar con el oído interior. Estas experiencias en que nos vemos tan tiernamente conectados con nuestro Creador, nos permiten aceptarlo plenamente, y aceptar plenamente la relación que nuestras almas, por naturaleza, constantemente buscan. Estos momentos de nuestra vida de oración pueden ser motivantes, pues recargan nuestras “baterías espirituales”, permitiéndonos regocijarnos en la belleza de la plena relación que experimentamos con Dios.

Pero también, es inevitable que a menudo tengamos momentos donde perdemos la espontaneidad, la intimidad se quede corta y lo personal se vuelva “demasiado personal”. Tratamos de que sea algo real. Tal vez debido al cansancio o porque hay algo que no queremos compartir con Dios, o incluso porque nos cuesta confiar en Su bondad y sus planes para nosotros. No importa la razón: a veces es difícil compartirlo todo con Dios.

¡Si no sabes cómo orar, reza!

RezarEs precisamente en esos momentos, cuando las palabras nos faltan, que nuestras oraciones repetitivas encuentran su belleza y maravilla. En los tiempos en que sentimos que nos movemos por inercia, o decimos nuestras oraciones para no perder el hábito, encontramos un alivio. Cuando nuestras propias palabras nos faltan, las oraciones repetitivas no sólo nos permiten comunicarnos con Dios, sino también recordar qué es lo importante, es decir, el mensaje detrás de las palabras de nuestra oración.

Tal vez lo más motivante acerca de la oración es que no hay una sola forma que funcione para todos: e incluso si otros tienen una forma diferente de rezar, Dios también acepta nuestras oraciones. Sin importar cuán sencillos y humildes de corazón sean, Dios con gusto toma todos nuestros esfuerzos por cultivar una relación, aún si luchamos para contemplar en oración las palabras de las oraciones repetitivas. Cuando aceptamos la oración repetitiva en nuestros corazones y en nuestros labios, y nos esforzamos en algo más que la velocidad o las palabras, comenzamos a apreciar la profundidad del amor de Dios por nosotros, y el significado detrás de las palabras.

Dios valora tu oración, sin importar cuán sencilla sea

Así que, si eres como yo y tienes que esforzarte sólo para rezar un Ave María en medio de la noche, o apenas puedes rezar un Padre Nuestro (o tan sólo un Ángel de mi guarda), ten fe. Dios ve lo mejor de ti. El sabe si tienes el deseo de hacer más. El conoce tus circunstancias. Y El ve tu reflexión sobre el significado de las palabras.

Tus intentos para orar son hermosos a sus ojos, incluso si recitas tus oraciones medio dormido, durante el traslado de tus hijos a la escuela, o en tus compromisos, o mientras trabajas hasta el cansancio para cumplir con tus plazos.

El objetivo de la oración es cultivar tu relación con Dios. La oración espontánea tiene su tiempo; pero cuando fallan las palabras, las oraciones rutinarias también cumplen su propio y poderoso propósito.

Puedes leer el artículo original en inglés aquí: http://catholicmom.com/2018/05/22/when-words-fail-a-reminder-of-prayer/

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