San Martín de Porres: el testimonio de un mulato

San Martín de Porres

San Martín de Porres, el santo de la humildad, es también conocido como Fray Escoba. Originario de Lima, Perú, fue el primer mestizo canonizado por la Iglesia.

Su vida es ampliamente conocida, ha sido narrada en innumerables biografías, tratados, retratada en obras de teatro y películas. Pero tan rica como la gran cantidad de hechos sobrenaturales que Dios obró a través de este siervo suyo, es la enseñanza que su misma vida dio a sus compañeros frailes, a la orden dominica en todo el mundo, y al mundo entero.

Hay muchos testimonios recogidos de la piedad y amor al prójimo de este santo mulato, gran cantidad de ellos están en el libro “San Martín de Porres: El buen religioso”, de Fray Julián de Cos, O.P., donde habla de la espiritualidad de San Martín de Porres a partir de las fuentes documentales. Este libro recoge muchos testimonios de su vida como religioso, que constituyen una herencia notable a la vida religiosa, y a la vida de cada uno de nosotros.

Caridad

Fray Fernando Aragonés cuenta sobre lo que hacía fray Martín durante la comida comunitaria, en el refectorio –o comedor –de la comunidad:

“Y a medio día, durante la comida, iba el siervo de Dios al refectorio y llevaba una taza y una olla para recoger su comida y todo lo demás que les sobraba a los frailes que comían a su lado. Y entonces, si veía algún pobre a la puerta del convento, era notable su inquietud hasta que conseguía enviarle algo de comida. Y una vez que había socorrido su necesidad, se aquietaba. Y aunque el siervo de Dios sólo comía pan y agua por su mucha abstinencia, quería que todos comiesen muy bien, lo que era efecto propio de su mucha caridad (…)”.

San Martín de Porres

Humildad

Dice fray Antonio Gutiérrez de la humildad de fray Martín:

“Sabe por la experiencia que tuvo del venerable hermano fray Martín de Porres, que fue hombre de extraordinaria humildad. Y que por ser tan humilde como era, siempre vio que él huía de las conversaciones mundanas y amaba en sumo grado la soledad, donde siempre se retiraba y se recogía para orar a Dios Nuestro Señor”.

San Martín incluso aceptaba jocosamente los malos tratos e insultos que, incluso sus hermanos de comunidad, le propinaban. Fray Alonso de Arenas cuenta:

“Ciertos frailes de su convento que le mandaban algunas cosas, cuando fray Martín no las hacía tan aprisa como ellos querían, le trataban mal de palabra, llamándole “perro mulato” y empleando otros insultos, los cuales llevaba él con mucha paciencia y con grandísima humildad. Y decía: “Éstos me conocen”. Y daba muchas gracias a Nuestro Señor”.

Alegría

Dicen que una de las características más resaltantes de un santo es la alegría. San Martín no fue la excepción, es más, rebosaba alegría en medio de las situaciones más adversas.

Fray Francisco de Arce nos cuenta que “siempre vio al venerable hermano fray Martín de Porres comportándose con sus hermanos frailes y con las personas laicas que hablaban con él, de un modo muy pacífico y amoroso, procurándoles encaminar al servicio de Dios Nuestro Señor y dándoles saludables consejos. Y jamás le vio este testigo con el rostro airado ni siendo impaciente, sino que tenía siempre el rostro alegre y el corazón pacífico y sereno, dando a entender que en su alma moraba la gracia del Espíritu Santo y ésta regía sus acciones”

San Martín de Porres

Oración

Un santo no deja de hablar con Dios, la oración es su fortaleza, su consuelo, Fray Alonso Arenas nos dice que, a veces, fray Martín se iba a hacer un retiro espiritual durante unos días junto a su amigo fray Juan Macías:

“El venerable hermano fray Martín de Porres fue muy observante en nuestra santa fe católica y en la ley y preceptos divinos. Y era tan devoto y ascético que, en los días de vacaciones, cuando los demás frailes descansaban y se divertían –según las Constituciones de la Orden de Predicadores–, dicho venerable hermano se iba al convento de la recolección de la bendita Magdalena, que era una casa reformada de esta Provincia, y allí se perdía y no aparecía en muchos días, yendo a pasear a la huerta y practicaba ejercicios de virtud y de ascesis. También dedicaba tiempo a orar. Y en otras ocasiones conversaba con el venerable hermano fray Juan Macías. Y eso hizo fray Martín hasta que falleció»

Estos y muchos otros testimonios de vida nos ha dejado San Martín de Porres. Viendo su vida podemos comprobar que el llamado a la santidad es para todos, sin importar nuestra condición, estado de vida, dificultades, pruebas, aunque la sociedad entera esté contra nosotros. En este tiempo, más que nunca, ahora que la Iglesia se ve atacada por tantos frentes, debemos ver a los que nos precedieron en el camino de la fe, tomar de ellos el ejemplo y buscar la santidad en las cosas cotidianas.


El contenido ha sido extraído del libro “San Martín de Porres: El buen religioso”, de Fray Julián de Cos, O.P., puedes descargarlo libremente desde aquí.


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