Como cedro del Líbano crecí, como ciprés de los montes del Hermón. Crecí como palmera en Engadí, como jardín de rosas en Jericó (Sir. 24, 17)
El 21 de noviembre la Iglesia recuerda la fiesta de la Presentación de María. Es cierto que no existe una mención a este hecho en los Evangelios. La Iglesia, desde el siglo IV, celebraba la fiesta de la Dedicación de la Iglesia de Santa María; más adelante, apoyados en textos del protoevangelio de Santiago, se convirtió en la fiesta de la Presentación de María.
La tradición y el deseo por conocer más sobre la vida de María, hizo que se elaborasen textos sencillos que retrataran ciertos pasajes que, ciertamente, pudieron haber tenido lugar, de acuerdo a la tradición judía. Uno de los más representativos es, precisamente, este de la presentación.
Presentada por sus padres
De igual forma que Ana, la madre de Samuel, y la misma María, al ir al templo con José para presentar a Jesús, los padres de la Virgen, Joaquín y Ana, llevarían a su pequeña al templo para presentarla, pero además, para vivir un tiempo ahí y ser instruida en la fe, las escrituras y todos sus deberes para con Dios.
Son los padres que llevan a su hija, de igual modo que ahora los padres llevan a sus hijos a bautizar, a presentarlos ante Dios. Con esto, no solo la hija, sino también los padres, asumen un compromiso con Dios, con la Iglesia.
Compromiso y entrega
El relato del protoevangelio de Santiago dice que: “(…) Cuando los peregrinos llegaron al umbral del pórtico, la Virgen pequeñita, subió sola las gradas, con paso firme y seguro». No miró atrás, eligió a Dios.
Esta elección, este compromiso se refleja en el resto de su vida, deslizándose entre los párrafos del Evangelio, silenciosa y modesta, lejos de cualquier protagonismo, pero siguiendo a su Hijo, el Salvador, el Rey de Reyes.
“Todo en la Virgen María estaba orientado hacia la Santísima Humanidad de Jesucristo, el verdadero Templo de Dios. La fiesta de su Presentación expresa esa pertenencia exclusiva de Nuestra Señora a Dios, la completa dedicación de su alma y de su cuerpo al misterio de la salvación, que es el misterio del acercamiento del Creador a la criatura.” (J. A. Loarte)
Nota: Los textos del protoevangelio de Santiago no están considerados dentro de las Sagradas Escrituras, por lo tanto, no son considerados textos inspirados. Sin embargo, la Iglesia no descarta que pudieran tener elementos verdaderos. Sirven, en todo caso, para edificar y crecer en el amor a nuestro Dios, pero no para citarlos como Palabra de Dios.