Tres anécdotas espirituales de San Antonio Abad

San Antonio Abad

San Antonio nació por el año 250 en Egipto, sus padres eran campesinos ricos. Desde muy joven tuvo presentes las palabras de Jesús: «Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres» (Mateo 19: 21). Es así que cuando quedó huérfano a los 20 años, donó todas sus posesiones a los pobres, entregó a su hermana al cuidado de las vírgenes consagradas, y se marchó al desierto, para dedicarse a la vida contemplativa y ascética. De él se recogen una serie de anécdotas, llamadas también “apotegmas”, que nos ayudarán en nuestro camino espiritual.

Cómo agradar a Dios

Uno le preguntó a Antonio: “Qué debo observar para agradar a Dios?” El anciano le respondió: “Guarda esto que te recomiendo: adonde quiera que vayas, lleva a Dios ante tus ojos; y cualquiera cosa que hagas, obra según el testimonio de las Sagradas Escrituras; y cualquiera que sea el lugar que habitas no lo abandones prontamente. Observa estas tres cosas y te salvarás.”

Llevar a Dios ante nuestros ojos es mirar con los ojos de Dios, mirar como mira Jesús, y no es fácil, es un ejercicio que requiere mucha práctica. Eso nos permitirá obrar de acuerdo con las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. Con ello nuestra vida será testimonio del amor de Dios y donde vayamos, los demás verán a Dios en nosotros.


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La humildad como arma

Dijo Antonio: “Vi las redes del enemigo extendidas sobre la tierra, y dije gimiendo: “¿Quién será capaz de sortear estos lazos? Y oí una voz que me decía: “La humildad.”

El demonio tiene sus redes tendidas sobre todo el mundo, y eso lo sabemos. Estamos sometidos a muchas tentaciones, y algunas veces nos sentimos lo suficientemente fuertes para resistirlas. Pero el demonio es un enemigo inteligente, y muchas veces perdemos la batalla.

Pero hace falta el arma de la humildad para reconocerse indefenso ante la batalla, y pedir la asistencia de aquél que venció al pecado. De inmediato, Dios vendrá en nuestra ayuda y nos dará las herramientas necesarias para vencer a la tentación o, en muchos casos, huir de ella.

San Antonio Abad

El equilibrio necesario

Un cazador vio a abba Antonio que se recreaba en el desierto con los hermanos y se escandalizó. Antonio le dijo: “Pon tu flecha en tu arco y ténsalo.” Él así lo hizo. Le repitió: “Ténsalo de nuevo…todavía más.” El cazador respondió: “Si tenso mi arco más de lo que resiste, lo romperé.” El anciano le dijo: “Lo mismo ocurre con las cosas del Señor. Si aplicamos a los hermanos una medida superior a la que pueden soportar, pronto se quebrarán. Es necesario, pues, condescender de vez en cuando con sus necesidades.” Al oír estas palabras el cazador se sintió avergonzado. Grandemente edificado por el anciano, se marchó.

Debemos encontrar el balance correcto en nuestras vidas. Nuestra vida de oración, nuestro celo por el Evangelio, nuestra fe, debe equilibrarse con los momentos de sana distracción.

Estas y muchas otras anécdotas de San Antonio, están recogidas en los Apotegmas de San Antonio. No es necesario estar llamado a la vida monástica para aprovechar las enseñanzas que Dios nos deja en la vida de este gran santo.


Fuentes:

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