Una fe como la de Santa Lucía

Santa Lucía

Santa Lucía es muy venerada en varias partes del mundo. Nació en el siglo III, conoció el cristianismo a través de su madre, en una época en que ser cristiano estaba prohibido.

La historia cuenta que su madre estaba muy enferma. Lucía le propuso peregrinar a la tumba de Santa Agatha, mártir cristiana famosa en la época por los milagros que Dios obraba por su intercesión.

Su madre aceptó, convencida por la profunda fe de Lucía. Salieron para Catania, llegando justo el día de la fiesta de Santa Agatha. Ese día escucharon la lectura del Evangelio según San Mateo, el pasaje de la hemorroísa, curada al tocar el borde de la túnica de Jesús.

Lucía le propuso a su madre tocar la tumba de la Santa, pero en ese momento tuvo una visión donde Santa Agatha le decía que Dios había curado a su madre por su fe. Es entonces que nace el propósito de consagrarse a Jesús y donar su dote a los pobres.

El precio de la fe

Un joven de su ciudad, al sentirse despechado por la negativa de Lucía a contraer matrimonio, la acusó de ser cristiana. El prefecto romano, siguiendo el edicto del emperador, por el cual la religión cristiana estaba proscrita, la mandó arrestar. Una vez prisionera, le ordenaron ofrecer sacrificios a los dioses. Lucía se rehusó.

Al darse cuenta de que no obtendría resultados, pensó en disuadirla, ordenando que la lleven a los barrios más peligrosos para que fuese tratada con crueldad. Pero los soldados no pudieron moverla. Por más que la ataron de manos y pies, ella seguía firme. Dios no permitió que fuese vejada de ese modo.

El prefecto, furioso, ordenó que fuese decapitada, una pena exclusiva para las familias nobles. Lucía murió el 13 de diciembre del año 304. En el año 313, en el lugar donde fue sepultada, se levantó un santuario dedicado a ella.

Santa Lucía

Tradición y devoción

Una leyenda popular cuenta que Lucía, luego de rechazar a su pretendiente, se arrancó ella misma los ojos y ordenó que se los llevaran al joven en una bandeja de plata. Se le considera, por ello, protectora de la vista.

Una tradición cuenta también, que el poeta Dante Alighieri fue curado de una grave enfermedad de la vista por su intercesión, y que se confesaba ferviente devoto de Santa Lucía. Algunos santos muy conocidos, como Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena y San León Magno, han sido muy devotos de ella.

En los momentos en los que nuestra fe es cuestionada y probada, ¿tendremos el valor de Santa Lucía de preferir la muerte antes que negar a Cristo?

Oremos

Oh Bienaventurada y amable Virgen Santa Lucía,
universalmente reconocida por el pueblo cristiano
como especial y poderosa abogada de la vista,
llenos de confianza a ti acudimos;
pidiéndote la gracia de que la nuestra se mantenga sana
y le demos el uso para la salvación de nuestra alma,
sin turbar jamás nuestra mente en espectáculos peligrosos.

Y que todo lo que ellos vean se convierta en saludable
y valioso motivo de amar cada día más a Nuestro Creador
y Redentor Jesucristo, a quien, por tu intercesión
.

Oh protectora nuestra; esperamos ver y amar eternamente
en la patria celestial.

Amén

Fuentes:


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