5 Frases de San Alfonso María de Ligorio para amar más a la Virgen

San Alfonso María de Ligorio

El abogado que cambió los tribunales por el púlpito, fundó la congregación de los Redentoristas, llegó a ser obispo y es doctor de la Iglesia.

San Alfonso nació en Nápoles, Italia, el 27 de septiembre de 1696, en el seno de una familia noble. Su padre quiso que su hijo fuera político, y lo hizo estudiar todo lo necesario para serlo. Alfonso se desempeñó como abogado, siendo muy exitoso. Pero su amor a Dios y la fuerte devoción a la Santísima Virgen hicieron que abandonara todo para entregarles su vida por completo.

Durante toda su vida, la devoción a la Santísima Madre de Dios marcó cada momento. Por ello compartimos contigo 5 frases suyas que nos ayudarán a conocer y amar más a la Santísima Virgen.

“María es el tesoro de Dios y la tesorera de todas las misericordias que nos quiere dispensar.”

Antonio dejó una vida de riquezas y posición política por el servicio a Dios y a los pobres. Encontró el tesoro escondido y lo vendió todo para obtenerlo. Su cercanía a María le dio la confianza suficiente para confiarle sus necesidades y las de su comunidad. Si reconocemos el gran tesoro que es María para la Iglesia, para nosotros, sabremos recurrir a ella para que interceda por nosotros para que Dios nos alcance su misericordia en los momentos de prueba.

“Y porque todos los hombres han sido redimidos por Jesús, por eso María los ama a todos y los colma de favores.”

Desde el anuncio del ángel, María sabía que su Hijo haría cosas extraordinarias, maravillosas. Pero cuando Simeón profetizó sobre el lado doloroso de la vida de Jesús, ella supo también que toda esa divinidad y maravillas tendrían un precio muy alto. Al pie de la cruz, ella contempla el sacrificio de su único Hijo, y acepta la voluntad de Dios, porque cree en las Palabra que escuchó de Jesús durante su vida pública. Ella sabe muy bien el alto precio que Jesús pagó por nosotros, y nos ama porque sabe que somos preciosos para su Hijo.

En los momentos en que sentimos que todo está en nuestra contra, que no tenemos a nadie de nuestra parte, recurramos a ella, que no nos va a fallar. Ella no abandona a aquél por quien su Hijo dio hasta la última gota de su sangre. Cuando sientas que nadie te entiende, que nadie te ama, recurre a ella, su madre, tu madre. Ella no te dejará solo.

San Alfonso y la Virgen María

“Por tanto, acudir a la Virgen no es desconfiar de la divina misericordia; es tener miedo de nuestra indignidad.”

Por encima de todo está Dios, su misericordia es infinita, como su fidelidad. Dios no abandona a aquél que se refugia en Él. Al recurrir a la Madre de Dios, no estamos desconfiando de la capacidad de Dios de atendernos, estamos pidiendo apoyo, porque como humanos tememos no ser dignos de la misericordia divina. Por ello, hagamos como dice el Evangelio, pidamos creyendo que ya hemos recibido. Pero también recurramos a la Santísima Virgen para que interceda por nosotros, para que nos dé una “ayudita” en el trámite.

“Ante Dios, los ruegos de los santos son ruegos de amigos, pero los ruegos de María son ruegos de Madre.”

¿Quién puede negarle algo a su amada madre? El mismo Jesús no pudo negarse a hacer el milagro en las Bodas de Caná, luego que su Madre se lo pidiera. Ella, con la seguridad de que su Hijo atendería su petición, dijo a los sirvientes “Hagan lo que Él les diga”. Esa escena se repite todos los días, toda vez que pedimos a María interceder por nosotros. Confiemos en que Dios no le negará nada a su propia Madre y pongamos nuestras necesidades en sus manos también.

“Nunca he visto a un pecador que haya rezado con fe y devoción a la Santísima Virgen y haya tenido mala muerte.”

En más de una ocasión, en sus apariciones, la Virgen ha prometido su asistencia en la hora de la muerte a sus devotos. No es una negociación o un intercambio de favores. Es la consecuencia de una vida transparente, apoyada en la fe en Cristo y la devoción a su Divina Madre. Cuando nosotros o alguien que conocemos esté en riesgo de muerte, debemos procurar acercarnos a María, con devoción. Contemplar los misterios de la vida de Cristo en el Santo Rosario es caminar con Jesús de la mano de María. Ese acto nos acercará a ella y nos dará la confianza necesaria para abandonarnos a la voluntad de Dios, con paz y alegría.

El mismo San Alfonso, poco antes de su muerte, dijo a sus hermanos: “¿Ya rezamos el rosario? Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi salvación”. Su devoción a la Santísima Virgen y su confianza en su intercesión eran tan fuertes, que había depositado en ella su confianza para alcanzar una vida digna del Reino de los cielos.

Confiemos en que nuestra Santísima Madre estará atenta a nuestras necesidades y, como en Caná, en los momentos de necesidad dirá a Jesús “no tienen vino”, y le arrancará un milagro para nosotros, siempre que “hagamos lo que Él nos diga.

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