Al pie de la Cruz

“Cuaresma, ¿es en serio?”, uno podría comentar. “¿No hemos tenido ya suficiente cruz, penitencia con el Covid”? Sin embargo, la Cuaresma en efecto comenzará en unos días- y, más que otra carga, ¡llega como una gran ayuda para nosotros!

¿Cómo? El sufrimiento y la penitencia de Cuaresma NO son lo mismo. La penitencia de la Cuaresma se trata de la conversión: voltear de lo que nos ata y nos ciega a Aquel que nos libera y nos conduce por el camino de la vida plena. Su sacrificio en la Cruz es el gran acto de Reconciliación de la humanidad con Dios.

Poner la conversión en práctica significa recorrer un camino por el cual estamos, en verdad, reconciliados con Dios y unos con otros. Desde el inicio de la Cuaresma el Miércoles de Ceniza hasta que estemos, con nuestra Madre, al pie de la Cruz, escuchamos el gran llamado del Señor: “¡Reconcíliense conmigo, y unos con otros!”

La cruz de cada día

Las prácticas tradicionales de Cuaresma de ayuno, limosna y oración nos pueden ofrecer una matriz y un espacio para esa reconciliación. Practicamos el ayuno, la disciplina de limitar nuestra ingesta de alimentos, medios, etcétera, para enfocarnos en qué es lo más importante en la vida, y para poner a Dios en el centro. El ayuno debe ir de la mano con la oración.

Cuaresma

En Cuaresma debemos dar suficiente tiempo y atención a la oración para que podamos mirar en lo profundo de nuestros corazones junto al Señor, para ver cómo lo estamos encontrando en nuestras vidas- y cómo no lo estamos haciendo. Finalmente, la limosna no es tan sólo hacer unas cuantas donaciones fáciles a los pobres. Más bien debemos crecer en realmente entregarnos a nosotros mismos.

En ese “espacio” que somos invitados a crear en nuestros corazones y en nuestros hogares durante la Cuaresma, ¿podemos abrirnos a Dios y al prójimo en la reconciliación que necesitamos? La iniciativa de la reconciliación siempre viene de Dios. En la Cuaresma, su Gracia nos espera de una manera especial para ayudarnos a ver cómo le hemos fallado a Él y a quienes amamos. Requiere valor vernos a nosotros mismos y luego decir “lo siento, perdóname”, pero el hacerlo nos abre el camino para la sanación.


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Cuando alguien que ha sido lastimado puede decir sinceramente “te perdono”, esa persona descubre que un gran peso ha sido aliviado (¡incluso si quien le ofendió no está realmente apenado!). Esta sanación se convertirá en un camino a la verdadera santidad que conduce a través de la vida a la vida eterna en Dios.

Viviendo juntos este tiempo

Durante esta Cuaresma, nuestro equipo del Rosario en Familia te invita a acompañarnos en este gran camino de la Reconciliación, especialmente después de dos años de Covid. Tanto ha sucedido en nuestras vidas. Algunas cosas han sido buenas: muchas familias se han vuelto más unidas y muchas personas han decidido vivir más decididamente por lo que es verdaderamente importante. Al mismo tiempo, para muchos este ha sido un tiempo de prueba en tantas maneras. Ahora existe la esperanza de acabar con la crisis del Covid, tras muchas dificultades.

Durante la Cuaresma, ¿podemos entender cómo la esperanza cristiana nos ayuda a reunirlo todo en el llamado de Dios a la reconciliación y seguir adelante con valentía? Podemos ver las dificultades de los últimos dos años como un medio a través del cual Dios nos está llamando a mirar hacia Él. Confiando en Él, la comunidad humana saldrá del Covid a través de la unidad y la solidaridad.

Reflexionando en este contexto para nuestra práctica de la Cuaresma este año, notemos que, en primer lugar, la Cuaresma es el tiempo para prepararnos para la gran remembranza anual de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, para que estemos preparados para estar al pie de la Cruz con María. Cristo, que es al mismo tiempo Víctima y Sacerdote, se sacrifica al Padre para el perdón de los pecados y para abrir el camino a la Vida Eterna. María nuevamente dice SÍ, ofreciendo a su Hijo como este Sacrificio de la Alianza Nueva y Eterna. Esta es nuestra Salvación. Esta es nuestra verdadera Esperanza.

Durante la Cuaresma, que las pruebas que hemos vivido este año que ha pasado sean forjadas en fe, fortaleza, perspicacia y valor, para que tomemos nuestro lugar junto a María al pie de la Cruz. Allí, seremos participantes con ella cuando Cristo nos muestre cómo nos redime transformando incluso el sufrimiento en nueva vida. Él sigue haciéndolo en la vida de cada uno de nosotros. ¡Él quiere hacer nuevas todas las cosas!

P. James Phallan, CSC
Director Nacional del Rosario en Familia – Estados Unidos

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