La generosidad espléndida de Dios en la Asunción de María

Asunción de la Virgen María

“La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo.” (Munificentissimus Deus, 44, sobre la Asunción de la Virgen María)

La Asunción como dogma de fe

El dogma de la Asunción de la Virgen María se refiere a que, luego de terminar su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma al cielo. Este dogma fue proclamado por el Papa Pio XII en 1950, en la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus”. A continuación, replicaremos fragmentos de este documento de la Iglesia.

María bajo la mirada de Dios

“(…) Dios, que desde toda la eternidad mira a la Virgen María con particular y plenísima complacencia, «cuando vino la plenitud de los tiempos» (Gal 4, 4) ejecutó los planes de su providencia de tal modo que resplandecen en perfecta armonía los privilegios y las prerrogativas que con suma liberalidad le había concedido.” (MD, 3)

Dios escogió a María para ser la Madre de su Hijo, y la preparó desde su concepción, sin pecado. Pero ella tenía la misma libertad que el resto de personas. Su elección, su sí, no es producto de un control divino, sino de una elección por amor. Por ello es la “llena de gracia”, que se deja guiar por el Espíritu de Dios, y está dispuesta a hacer su voluntad.


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Una verdad venerada desde la antigüedad

“Digna de veneración es para Nos, ¡oh Señor!, la festividad de este día en que la santa Madre de Dios sufrió la muerte temporal, pero no pudo ser humillada por los vínculos de la muerte Aquella que engendró a tu Hijo, Nuestro Señor, encarnado en ella.” (MD, 17)

En oriente y occidente, desde siglos atrás, la liturgia incluye la fiesta, ya sea, de la Dormición o de la Asunción de la Virgen María; “De esta fe común de la Iglesia se tuvieron desde la antigüedad, a lo largo del curso de los siglos, varios testimonios, indicios y vestigios; y tal fe se fue manifestando cada vez con mayor claridad” (MD, 13)

Asunción de la Virgen María

El “testimonio” de San Juan Damasceno

“Era necesario que Aquella que en el parto había conservado ilesa su virginidad conservase también sin ninguna corrupción su cuerpo después de la muerte. Era necesario que Aquella que había llevado en su seno al Creador hecho niño, habitase en los tabernáculos divinos.” (MD, 21)

Lo que afirma el santo corresponde a lo que otros santos y padres de la Iglesia dijeron, como San Germán de Constantinopla y otros escritores antiguos.

El respaldo de las Sagradas Escrituras

“Frecuentemente se encuentran después teólogos y sagrados oradores que, sobre las huellas de los Santos Padres, para ilustrar su fe en la Asunción, se sirven con una cierta libertad de hechos y dichos de la Sagrada Escritura.”

No es desconocido que, para referirse a las virtudes y gracias de la Virgen María, muchos encuentran referencias en la Palabra de Dios, por ejemplo en el Salmo 132, 8: “Ven, ¡oh Señor!, a tu descanso, tú y el arca de tu santificación”; viendo en la figura del arca una referencia a la Madre de Dios.

“Todas estas razones y consideraciones de los Santos Padres y de los teólogos tienen como último fundamento la Sagrada Escritura, la cual nos presenta al alma de la Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo y siempre partícipe de su suerte.” (MD, 38)

Asunción de la Virgen María

La Iglesia ha venerado la memoria de la Santísima Virgen María a lo largo de toda su existencia. Es el Señor quien la escogió como Madre de su Hijo, es el Hijo quien la escogió como Madre Nuestra.

Y son tantas las gracias recibidas por su intercesión, que podemos afirmar, con seguridad, fieles a la doctrina de la Santa Madre Iglesia, que nuestra Divina Madre, Madre de Dios, está en cuerpo y alma en el cielo, gozando de la gloria eterna, donde nos espera con su maternal amor.

Si quieres leer la Constitución Apostólica “Munificentissimus Deus”, puedes descargarla en PDF desde el siguiente enlace:

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