
Hoy, como iglesia, estamos celebrando la fiesta de la Natividad de nuestra Santísima Madre, la Virgen María. Parte de la oración del himno de Laudes nos dice: «Desde el albor de nuestra historia, suave, discreta y escondida, llega María a nuestra tierra, Virgen y Madre prometida».
En su Natividad, saludar a nuestra Santísima Madre, la Virgen María, su nacimiento, nos señaló el inicio y la concreción de la promesa de Dios al mundo; la promesa de enviarnos al Salvador y Redentor nuestro. Jesucristo.
María, una mujer sencilla y humilde de un pueblo sencillo y humilde, por designio de Dios viene a nuestra historia para estar y presentarnos la luz de nuestras vidas.

María, una mujer sencilla y humilde, de un pueblo sencillo y humilde, viene a nuestra historia para enseñarnos, desde su humanidad, el camino que todo ser humano debe recorrer: una vida en santidad. Santidad expresada en una confianza plena en Dios: fe. Santidad expresada en sencillez y amor, servicio y oración.
Que en la Natividad de nuestra Santísima Madre, la Virgen María, todos nos sintamos invitados a encaminar nuestras vidas con el mismo Espíritu que ella encaminó la suya, sobre todo a los que necesitan luz y proyecto para sus vidas. Aprendamos de ella.
Santísima Madre, agradecemos a Dios por tu Natividad, por estar e interceder por nosotros. Guía con tus enseñanzas a la humanidad, a la Iglesia, a los pueblos y las familias.
Muchas felicidades.
P. Elmer Caro Aguirre, CSC.
Director del Apostolado del Rosario en Familia en Perú