Los niños y el mensaje de Fátima

Era 1917 cuando la Santísima Virgen se apareció a tres niños humildes. Su mensaje no ha dejado de resonar en todo el mundo desde entonces.

Jacinta y Francisco Marto tenían 7 y 9 años cuando la Virgen se les apareció a ellos y a su prima Lucía, de 10. Ellos eran unos humildes pastores, niños sin mayor educación que la que podían recibir los campesinos de esa época. Pero lo que les faltaba de instrucción lo compensaban con un ardiente fervor religioso.

Has revelado estas cosas a los sencillos

Dios no eligió a teólogos, sacerdotes u obispos para manifestarse por medio de su Divina Madre, sino que escogió a pequeños niños, con un gran amor a Jesucristo. Él sabía que esta experiencia cambiaría sus vidas y las de todos quienes los rodeaban. El encuentro con la Madre de Dios iba a dar unos frutos que no acabarían nunca.

Consolar a Jesús y convertir pecadores

Jacinta tenía en el corazón un deseo muy grande de convertir pecadores, sobre todo después de las visiones del infierno. Ella decía “si pudiera enseñarles el infierno”, pensando en que al verlo dejarían de ofender a Jesús.

Francisco, en cambio, había quedado tan impresionado por la tristeza de la Virgen al contarles lo triste que estaba Jesús por todas las ofensas que deseaba consolar los dolores de la Virgen y de Jesús.

Cuando les fue revelado que vivirían poco tiempo, Francisco decía “pronto estaré en el cielo. Y cuando llegue, voy a consolar mucho a Nuestro Señor y a Nuestra Señora.”

Madre de Fátima

De la boca de los niños

El mensaje que la Santísima Virgen dio a los tres niños era pedir la conversión de los pecadores. Para ello debían orar mucho, ofrecer sacrificios y mortificaciones. Los tres pequeños videntes no dudaron en ofrecer cada sufrimiento, cada penuria, y cada oración por la conversión del mundo, sobre todo de los que ofenden los corazones de Jesús y de María.

Durante la enfermedad que la llevaría a la muerte, ella decía: “Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María”.

De igual modo, Francisco, cuando ya estaba pronto a morir, cuando Lucía le preguntó si sufría, le respondió: “Bastante, pero no me importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y en breve iré al cielo.”

Jacinta y Francisco murieron muy jóvenes, sus cuerpos fueron trasladados al Santuario de Fátima. El 18 de abril de 1989, San Juan Pablo II los declaró venerables. Más adelante, en el año 2000, el mismo papa los beatificó.

Fue el 13 de mayo de 2017, conmemorando los 100 años de las apariciones de Fátima, que el Papa Francisco los declaró santos.

Que las vidas de estos pequeños santos nos animen a llevar el mensaje de salvación a todos los que nos rodeen, y a orar y ofrecer sacrificios por aquellos que no creen.

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