Pentecostés y la vida cristiana

Pentecostés

Estando los discípulos escondidos por miedo a los judíos, Dios envió sobre ellos el Espíritu Santo, el que, posándose como lenguas de fuego, les dio la fuerza para proclamar el Evangelio que Jesús les transmitió.

Y a nosotros, ¿de qué manera nos puede ayudar el Espíritu Santo en nuestra vida como cristianos?

Nos hace cristianos

Al Espíritu Santo le llaman “el gran desconocido”, sin embargo, es quien nos hace cristianos, mueve a la Iglesia. “Nadie puede decir Jesús es Señor si el Espíritu de Dios no lo mueve”.

Vivimos como resucitados

El Espíritu Santo es una persona. Al manifestarse sobre los apóstoles escondidos en el cenáculo, les dio nuevas fuerzas, renovó su ánimo y los impulsó a salir a proclamar que Jesús está vivo. Ellos estaban muertos a causa del miedo, pero el Espíritu de Dios les dio una nueva vida. Es por eso que decimos que Pentecostés marca el nacimiento de la Iglesia.

Hijos de Dios y hermanos en el Espíritu

Al recibir el Espíritu Santo y permitirle manifestarse en nuestra vida, asumimos la nueva vida en Cristo, renovamos nuestra relación con Dios, con nuestro Padre. Esta paternidad divina, nos hace también hermanos en el mismo Espíritu que descendió sobre los apóstoles.

Nos trae armonía

Cuando vivimos según el Espíritu, llevamos paz donde hay discordia, concordia en el conflicto. Devolvemos bien por mal, actuamos con mansedumbre, bondad. El Espíritu Santo suscita en nosotros una vida de oración, que nos conecta con Dios mismo. Esto trae armonía a nuestra vida, y luego esa armonía se comunica a quienes nos rodean.


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Unidad en la diversidad

El mal divide, mientras el Espíritu de Dios nos une. En lugar de enfocarnos en nuestras diferencias debemos hacerlo en lo que nos une: Cristo Jesús. “A cada uno da un don y a todos reúne en unidad. En otras palabras, el mismo Espíritu crea la diversidad y la unidad”. La Iglesia tiene muchos carismas, diferentes, pero que deben llevarnos a un mismo fin, no divididos. El Espíritu crea la diversidad para luego conectarla, unirla, para enriquecernos unos con otros.

Nos mantiene unidos

El primer don del Resucitado es el Espíritu, y se da para perdonar los pecados. Así comienza la Iglesia, el perdón la mantiene unida. Perdonar es muestra de un gran amor, nos mantiene unidos a pesar de todo. El perdón libera y conduce a la armonía. El Espíritu nos invita a recorrer el camino del perdón ofrecido y el perdón recibido.

Llevar al mundo la alegría del Espíritu

Sin el Espíritu Santo no existe la misión de la Iglesia. Esta necesita evangelizadores abiertos a la acción del Espíritu. En Pentecostés, el Espíritu hace que los apóstoles salgan de su encierro y los convierte en anunciadores del Evangelio. Solo podemos ser misioneros si buscamos el bien de los demás, deseando su felicidad. «Si puedo ayudar a una persona a vivir mejor, esto ya basta para justificar el don de mi vida». Los frutos del Espíritu son alegría, paz y amor.

Fuente: Pentecostés: sugerencias del Espíritu para los cristianos de hoy

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