Perder la cabeza por el Reino

Nacimiento de Juan Bautista
Nacimiento de Juan Bautista

Todos recordamos la escena en la que a Herodes le presentan una bandeja con la cabeza del Bautista. Pero, ¿qué nos enseña, a qué nos llama el testimonio de Juan?

El primo de Jesús, concebido de una anciana estéril, debía tener un propósito muy importante. Su padre, Zacarías, quedó mudo por no creer; pero al aceptar la voluntad de Dios manifestada en el nacimiento de su hijo, recuperó la voz, y alabó al Señor.

Incluso antes de nacer, Juan tuvo un encuentro directo con el Hijo de Dios, cuando María visitó a Isabel, su prima. Aún no nacía, no era consciente de nada, pero su ser reconoció la presencia inequívoca del Dios vivo, en el primer sagrario: el vientre de María.

Una vida con propósito

Ya mayor, Juan se convirtió en un profeta, uno reconocido; tanto que muchos pensaban que era el mesías prometido desde antiguo. Pero no. Él era “la voz del que clama en el desierto”. No era él el mesías, sino que preparaba el camino para aquél de quien no era digno ni de desatar la correa de sus sandalias.

Todos tenemos un propósito. Juan era consciente del suyo, y vivió para eso. Dios nos ha dado talentos a todos, sin excepción, con una finalidad. Debemos descubrir cuál es, debemos encontrar nuestro propósito y, como Juan, ser fieles a ese llamado de Dios hasta el final.

Predicación de Juan Bautista
Predicación de Juan Bautista

He aquí al Cordero de Dios

Juan reconoció a Jesús como el “Cordero de Dios”, el Mesías prometido, el Hijo de Dios. No es que no se hayan visto nunca antes, recordemos que eran primos, y seguro jugaron juntos de niños, pero al crecer cada uno tenía un propósito, un camino diferente, que los reunió nuevamente a orillas del Jordán.

Jesús se ha manifestado, se nos ha mostrado, ¿lo conocemos? ¿lo reconocemos? No es solo decir “sí, sé quién fue, qué hizo, cuando murió”, sino reconocer que está vivo, que es real; que es Dios, y como tal, omnipotente; y que nos ofrece la salvación, si creemos en Él.


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Arrepiéntanse, que el Reino de los cielos está cerca

“Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento”, sabía que, para que el pueblo se acercara a Dios, primero tenía que arrepentirse. Con el bautizo de Juan, la gente mostraba su arrepentimiento, y se preparaba para la venida del Mesías, que bautizaría con Espíritu Santo.

Nosotros también debemos estar preparados para recibir al Señor, para ir a su encuentro. Por ello debemos también arrepentirnos. La Iglesia nos ofrece el sacramento de la reconciliación, para pedir perdón por nuestras faltas. Acerquémonos a Dios, reconociendo nuestras faltas, y preparémonos para recibir a Dios en nuestros corazones, para que así podamos llevarlo a los demás.

Fuentes:

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