Un hombre radical: San Maximiliano Kolbe

San Maximiliano Kolbeq

Recordamos hoy a este santo del siglo XX, cuya valentía y heroísmo son virtudes inspiradoras para los tiempos que vivimos.

Los 14 de agosto la Iglesia recuerda a san Maximiliano Kolbe, santo polaco cuya vida y actuar resultan sumamente relevantes hoy en día. En este artículo repasaremos tres momentos de la vida de este gran hombre y las actitudes que lo condujeron por el camino de la santidad.

Infancia y juventud: un sueño motivador

Rajmund Kolbe, quien posteriormente sería llamado Maximiliano, nació en Polonia el 8 de enero de 1894. Su familia le transmitió desde muy pequeño la fe y la devoción a María, cuyo santuario en Chestokowa visitaban anualmente. Cuando niño, tuvo un sueño o una visión donde se le ofrecía, de manos de la Virgen, dos coronas, una blanca y una roja, simbolizando la pureza y el martirio, que le serían otorgadas si era fiel a su devoción.

Esta experiencia mística sería el inicio de una vida de fe y heroísmo. Su primer paso hacia una vida de santidad fue encaminarse la vocación sacerdotal, ingresando al seminario menor- y no lo hizo sólo: su hermano mayor, Francisco, también fue con él.

Consagración a María

San Maximiliano KolbeFue durante el noviciado que Rajmund recibió el nombre de Maximiliano; posteriormente, en 1914 al hacer sus votos definitivos, adoptó también el nombre de María. Estando aún en el seminario, Maximiliano María Kolbe formó con otros siete amigos la Militia Inmaculata, una iniciativa que tomó forma, entre otras cosas, en la revista Caballeros de la Inmaculada. Una de las metas de Kolbe era lograr que toda su Orden Franciscana se consagrara a María.

Ya ordenado sacerdote, fundó un periódico mensual, operó una prensa religiosa y fundó un monasterio Franciscano conventual que se volvería un centro importantísimo de editorial religiosa. Entre 1930 y 1933 fue enviado como misionero a Asia, particularmente a China, Japón e India, buscando promover también allí la devoción mariana a través de la consagración a María. Maximiliano Kolbe fue un hombre de visión, y no se distrajo de ella, sino al contrario, aprovechó todas sus actividades para llevar adelante su misión.


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Circunstancias adversas, convicción eterna

El estallido de la Segunda Guerra Mundial en Europa ocasionó que muchos frailes de su convento huyeran o se alejaran. Maximiliano Kolbe se quedó en el convento y lo adaptó para armar un hospital temporal. Los Nazis que capturaron su pueblo lo tomaron preso por primera vez en 1939. Una vez liberado, continuó su labor, acogiendo a refugiados entre los que se contaron más de 2000 judíos que ocultó de la persecución alemana. Su monasterio fue clausurado en 1941 y Maximiliano y otros cuatro frailes fueron arrestados. En mayo de ese año, fue trasladado al campo de concentración de Auschwitz.

A finales de 1941, tras un intento de escape de uno de los prisioneros, el comandante del campo escogió diez hombres al azar para que fueran encerrados y murieran de hambre, a modo de escarmiento para los otros prisioneros. Maximiliano Kolbe, con gran valentía, decidió tomar el lugar de uno de ellos, para que pudiera cuidar de su esposa e hijos. Un testigo de la época cuenta que Maximiliano Kolbe motivaba a los otros hombres a rezar constantemente. Siempre que los guardias revisaban la celda, lo encontraban de pie o de rodillas, rezando y demostrando calma. Tras la muerte de los demás prisioneros, a Maximiliano Kolbe le dieron una inyección letal el 14 de agosto de 1941. Fue enterrado el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de María. San Maximiliano Kolbe, gracias a su vida y a su sacrificio, se hizo merecedor de las dos coronas que le habían sido prometidas.

Legado de valentía y entrega

¿Seríamos capaces de actuar de la misma manera que san Maximiliano Kolbe en circunstancias similares? Su actuar demostró gran valentía y aún mayor amor al prójimo. Mas como hemos visto al repasar su vida, este no fue un acto espontáneo, sino la culminación de una vida de bondad y pasión por su misión personal. De la misma manera, propongámonos vivir con el mismo heroísmo de san Maximiliano Kolbe, inspirados por la devoción a Dios y a María a servir y amar a nuestro prójimo.


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